domingo, 31 de mayo de 2009

Navidad en Londres (Día de Año Nuevo)

El despertador suena esta vez a las 9:30 de la mañana. Lo ignoramos y seguimos perreando en la cama hasta las 10:30 más o menos. Nuestra primera parada de hoy es el Museo de Historia Natural. Al salir de la boca de metro encontramos una cafetería estupenda donde compramos un café para llevar y un muffin cada uno que nos supo a gloria.



El Museo de Historia Natural es un edificio precioso de arquitectura victoriana. Las esculturas en la fachada representan animales y plantas modernos y extintos. La entrada, como en casi todos los museos de Londres es gratuita. El principal atractivo de este museo es que en el gran salón central del edificio hay grandes esqueletos de distintos dinosaurios, como el impresionante diplodocus que ocupa la parte central de salón. También se pueden ver esqueletos de un triceratops y una réplica animada de un tiranosaurio. Además dimos una vuelta viendo las extensas colecciones de arácnidos, pájaros y demás. En el exterior del museo había instalada una pista de patinaje sobre hielo, nos acercamos a mirar un poco y acto seguido salimos para Candem Market.


Camden Market es un mercadillo al que se accede fácilmente en metro y donde se puede encontrar casi cualquier cosa. Desde fundas para la tapadera del WC con la cara de Marilyn, o la Reina Isabel II; pasando por ropa punk, heavy, siniestra, con frases obscenas, geeks, etc; o muñecos de acción de Einstein, Leonardo da Vinci, o Stephen Hawking. Dimos una vuelta por alguna de sus tiendas y compramos algunas camisetas para llevarnos a España. Yo me llevé una de Sex Pistols (God Save the Queen) para mí y una de The Rolling Stones para mi hermano. Comimos un pedazo de pizza y un perrito en un puesto de comida rápida y nos fuimos hacia Backer St.


En Backer St. está el museo del más famoso detective privado: Sherlock Holmes. Aquí habilitaron una casa para representar donde se supone que este personaje creado por Arthur Conan Doyle. En la planta baja está la clásica tienda de regalos y aquí es donde se compra la entrada para ver el resto de la casa. En las demás plantas están las habitaciones de Holmes, de Watson y en la última planta hay una representación de algunos de las aventuras de Holmes, como la Liga de los Pelirrojos, o una representación de Moriarty. En la habitación de Holmes había un libro de visitas y un puñado de tarjetas del detective privado, por si requeríamos sus servicios jejeje. Por supuesto me llevé una, y a cambio le dejé una mía. Nunca se sabe cuando al señor Sherlock le hará falta un informático jajajaja. También había una chimenea encendida en cada habitación, y unos sombreros, pipas y lupas para hacerte fotos.


Después volvimos a meternos en el metro y fuimos a Buckingham Palace. Estuvimos un rato sentados a las puertas del palacio, descansando las piernas, comparando impresiones de lo que habíamos visto hasta ahora y recopilando y organizando los lugares que nos faltaban por ver aún.



Luego fuimos andando tranquilamente a Trafalgar Square, Picadilly Circus y desde allí a Chinatown, que más que un barrio, son dos o tres calles peatonales. Dimos una vuelta fotografiando contrastes como carteles en chino al lado de las clásicas cabinas de teléfono londinensas. Y encontramos un puesto donde vendían una especie de panecillos cocidos por £1.20 que estaban rellenos de pollo y verdura. Estaban realmente ricos, la verdad.


Luego volvimos al metro, esta vez para salir en la parada de al lado de nuestro albergue, pero esta vez nos paramos primero en un local a tomarnos unas cervezas y poner al día el cuaderno de viaje. La gente en el local es muy simpática, en cuanto se dieron cuenta de que éramos extranjeros (cosa no muy difícil por otra parte) nos preguntó un señor que había al lado que de donde éramos, que si estábamos aquí de visita familiar o sólo turismo, etc. Estuvimos hablando con él un rato y cuando me acerqué a pedir un par de cervezas a la barra, también llamé la atención de una mujer que estaba al otro lado de la barra, que me preguntó algo que no entendí. Así que me acerque para escuchar mejor lo que me estaba preguntando. Me volvió a preguntar, mientras esta vez me señalaba mi camiseta: “Do you really feel alright?”. A lo que respondí entre risas: “Yes!! Absolutly!!”. El chiste estaba en que en ese día, y sin darme cuenta hasta que ella me señaló la camiseta, yo vestía una camiseta que llevaba impreso el texto: “I really feel alright”. Nos tomamos un par de cervezas y poco después nos fuimos del bar, llevándonos como recuerdo para una amiga un posavasos de Guinness (sí, Guinness es irlandesa, pero no había a la vista posavasos de London Pride, ni de ninguna otra cerveza londinense).

Volvimos al albergue y nos sentamos a descansar en la sala común, donde había un grupo de gente jugando al Scrabble y de vez en cuando alguien se sentaba en los ordenadores a mirar su cuenta de Facebook. Me pareció muy curioso, porque hasta la fecha, la red social por antonomasia mía y de mis amigos era Tuenti (producto 100% español). Aunque desde entonces empecé a interesarme por Facebook, por simple curiosidad. Y al final uso más mi cuenta de Facebook que la de Tuenti.

Cuando subimos a la habitación a dormir, el compañero francés estaba sentado en su cama, con otras dos chicas viendo Wall-E en un portatil. Que por cierto es una película genial para ver con gente que no habla tu idioma. ¡La película a penas tiene diálogos! Este chaval francés era un personaje de primera categoría. Siempre dormía con un gorro peruano y se paseaba por todo el albergue acompañado de un osito de peluche. Además, aunque éramos compañeros de habitación, nunca se dignaba a saludarnos, ni siquiera a dirigirnos una triste mirada. Así que cuando nos vió entrar recogió el chiringuito donde había instalado su ordenador portátil (incluso utilizó nuestras maletas y mochilas para poner el portátil, por supuesto, sin pedir permiso) y se fue a otra habitación a terminar de ver la película.

Me fui a darme una ducha. Cuando volví me encontré a Edu hablando con otro compañero de habitación. El chaval era de Nápoles y nos comentó que había pasado una temporada en Málaga y ahora estaba probando suerte en Londres. Cuando el italiano se fue de la habitación, Edu me comentó que el francés también había cogido su almohada para recostarse con las 2 chicas aquellas para ver la peli. Así que con todo el cabreo del mundo, por coger su almohada, nuestras maletas y mochilas sin permiso, como venganza Edu se pasó la almohada del francés, literalmente, por el arco del triunfo.

Poco después nos acostamos y cuando estábamos a punto de dormirnos entró el francés en la habitación a dormir. En cuanto apoyó la cabeza en la almohada, a Edu y a mí nos entró la risa nerviosa de recordar la jugada del arco del triunfo. Entre las risas y el cansancio, finalmente conseguimos dormirnos, que para el día siguiente quedaba aún mucho pateo, metro y demás.

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