miércoles, 9 de septiembre de 2009

De Ruta por Escocia (Día 26 de Marzo)

Amanece y como siempre, soy el primero en despertar. Veo a todo el mundo dormir en sus literas y me mantengo con los ojos abiertos, clavados en el techo, esperando volver a dormir, o que alguien más se despierte, mientras pienso en mis cosas. Cuando se va despertando la gente por los pitidos de los despertadores, nos levantamos, aseamos y empaquetamos una vez más las maletas, listos para salir otra vez a hacer kilómetros. Dejamos las llaves en recepción a cambio del depósito que habíamos dejado la noche de antes y salimos en busca del coche. Conduzco hasta casi salir de Inverness y entonces le cedo el turno a Edu, que le hace ilusión conducir por el tramo del lago Ness.

La primera parada del día es Urquhart Castle, un castillo situado en pleno lago Ness. Para llegar allí hay que pasar por una carretera que se esconde entre árboles y se mantiene paralela al lago Ness. La entrada al Urquhart Castle también está incluida en el Explorer Pass, así que entramos tranquilamente sin pagar una libra de más. El castillo está en ruinas, pero tiene un encanto especial. Tienes total libertad para recorrer el castillo de punta a punta. Paseamos por sus murallas, o lo que queda de ellas, y subimos a la torre del homenaje desde donde hay unas buenas vistas del resto del castillo, del lago Ness y de los alrededores. Cuando terminamos de recorrerlo y de hacernos fotos, nos metimos en la tienda de regalos donde le compré a mi sobrina un osito vestido de gaitero escocés. Mi hermana y yo lo bautizamos como “Osito McGregor” aunque, cosas de los niños y su media lengua, se ha quedado con el nombre de “Ito”. Por otro lado a Edu no se le ocurrió una mejor idea que comprar un disco de unos señores llamados “Highlander”, cuya portada del disco eran seis melenudos ataviados con kilts. La brillante idea fue que nos “torturó” durante el resto del viaje poniendo una y otra vez aquel disco infernal que hasta el día de hoy ha quedado grabado a fuego en nuestras memorias.



En la tienda de regalos nos quedamos un buen rato esperando a Carlos. Lo que no nos dábamos cuenta es que Carlos había salido el primero y ya nos estaba esperando en el coche, bajo la lluvia, mientras que nosotros lo esperábamos a él refugiados en la tienda de regalos. Cuando ya nos decidimos a salir al coche, allí nos lo encontramos, esperando con cara de indignación.

Desde aquí seguimos hacia el sur, pasando por Fort Augustus y Loch Lochy, donde tomamos rumbo al oeste hacia la Isla Skye. Por el camino hicimos otra parada, como tantas otras habíamos hecho y tantas que nos quedaban por hacer en mitad de la nada. Sólo para bajarnos del coche en mitad de una carretera perdida, disfrutar del paisaje y estirar las piernas, además de hacer un poco el garrulo.



Antes llegar a la Isla Skye hicimos una pequeña parada para ver el Eilean Donan Castle. Este castillo, que está emplazado a la orilla de un lago, fue utilizado para el rodaje de películas como “Los Inmortales”, “Los Caballeros de la Mesa Cuadrada” y “El Mundo Nunca Es Suficiente”. La única forma de acceder al castillo es mediante un largo puente de piedra que, sumado al lago y a los alrededores, le da un aspecto precioso al enclave. Como no, no pudimos evitar hacer el tonto un rato y hacernos fotos como si estuviésemos peleando a espada, al más puro estilo “Los Inmortales”.



Una vez hechas unas cuantas fotos, seguimos hacia el Skye Bridge, el puente que conecta con la Isla Skye. Cruzamos por este puente y fuimos directos a Portree a comer algo. Comimos en un local que estaba a punto de cerrar la cocina. Y de hecho la cerraron conforme nos sirvieron los platos, y además dejando a uno de los integrantes del viaje con más hambre que el perro de un ciego. Después de pagar, nos largamos a otro sitio a tomar un café y reponer fuerzas antes de volver a meternos en el coche a recorrer la isla.



Volvimos al coche con el estómago lleno, las vejigas vacías, y una buena dosis de cafeína recorriendo nuestras venas, y salimos hacia el norte. Pasamos por al lado del Old Man of Storr, un monolito de piedra de 55 metros de altura, que se alza en soledad en mitad de la montaña. Quisimos subir por un sendero a pie, pero entre que el paseo es de una hora, que está lloviendo y que tenemos más cosas por ver por delante, volvimos a desistir y seguimos nuestra ruta conformándonos con verlo y fotografiarlo desde la carretera.

Poco después llegamos hasta la cascada y acantilados de Kilt Rock. Este nombre se debe a que las rocas del acantilado hacen unos curiosos pliegues que recuerdan a las típicas faldas escocesas o kilts. También es digna de admiración la bonita cascada de agua que desemboca en caída libre hacia el mar.





Más al norte paramos en Duntlum Castle. Este castillo está muy abandonado y en ruinas. Cuando fuimos nosotros incluso había una valla con carteles que prohibían la entrada, que por supuesto nos saltamos. Por el camino hacia el castillo, íbamos bordeando la costa, luchando contra un terrible viento que casi nos tiraba al suelo. Antes de llegar al castillo decidimos jugar un poco con el viento, dejando que nos mantuviese en equilibrio mientras nosotros nos inclinábamos hacia delante, intentando conseguir el mayor ángulo de inclinación posible. Luego visitamos el pequeño castillo en ruinas, al que estaba prohibida la entrada, y por supuesto ignoramos una vez más. Y luego volvimos al coche, ya para terminar de recorrer la isla de camino al albergue.



Las carreteras en Escocia son muy peculiares. A penas hay autovías, y casi todo son carreteras que en España serían consideradas secundarias. Pero de vez en cuando, y en las zonas más rurales, encuentras carreteras como las que predominan en la Isla Skye. Son carreteras de un solo carril, con unos denominados “Passing Places”, que no son otra cosa que ensanchamientos en la carretera a un lado y otro, para permitir que se crucen dos vehículos simultáneamente. Así que anocheciéndonos, recorrimos bastantes kilómetros de carreteras plagadas de “Passing Places”, cruzándonos como buenamente podíamos con lugareños, hasta que conseguimos encontrar nuestro albergue que estaba bastante escondido y lejos de la civilización. Nos intranquilizaba bastante el hecho de que estuviese el alojamiento tan lejos de la civilización, además de que el albergue fuese una antigua escuela y no sabíamos las condiciones en las que iba a estar. Pero cuando lo encontramos, y entramos, vimos que aquel era el mejor albergue en el que habíamos estado y estaríamos de todo el viaje.



El recepcionista nos recibió no sólo con una sonrisa en la cara, sino también bromeando con nosotros amablemente. Además debo decir que fue una de las pocas personas a las que entendíamos perfectamente (ya he hablado del complicado acento scottish). En el camino hasta nuestra habitación, a la que nos acompañó personalmente, nos mostró donde estaba la cocina, el salón-comedor, un pequeño saloncito con televisión y Wii a nuestra disposición, las duchas y por último nuestra habitación a la que no se accedía con llave, sino introduciendo una clave en la cerradura. El albergue se llama Skyewalker Hostel, haciendo un juego de palabras con la Isla Skye y el protagonista de La Guerra de las Galaxias. Pues el albergue estaba plagado de personajes de la guerra de las galaxias vestidos con kilts, como C3PO que te indicaba donde estaban las duchas, o un soldado imperial que te pedía silencio en la zona de las habitaciones.

Lo primero en lo que nos fijamos al entrar en la habitación era en que las sábanas tenían los dibujos de un tartán (la tela de las faldas escocesas). Elegimos camas, nos dimos una buena ducha cada uno, y salimos a prepararnos la cena. En la cocina nos encontramos a un grupo de chavales españoles que estaban de Erasmus en Escocia y nos contamos un poco nuestras vidas. Que hacíamos allí, que estudiábamos cada uno... Ya con la cena preparada, nos sentamos con ellos a comer. En nuestro grupo unos comieron tortilla de patatas, y Edu y yo comimos unos geniales filetes con salsa roquefort y pimientos rellenos de queso. Cuando acabamos, con la barriga llena, y habiendo dejado los platos y sartenes bien limpitas. Salimos a la sala común a probar la Wii y a toquetear los instrumentos musicales que había por allí. Un violín al que le falta una cuerda y el arco, una guitarra con dos cuerdas de menos... al menos había una guitarra con todas sus cuerdas y operativa, con la que Huete tocó canciones como Hotel California de The Eagles, a pesar de que la guitarra fuese para diestros, siendo él zurdo.

Ya a las tantas de la noche y satisfechos a base de jugar en la Wii a los bolos, tenis, boxeo y baseball, nos fuimos a dormir como angelitos. No sin antes reirnos un rato con Edu intentando entrar en la cama de Huete y retozar con él. Una vez terminado el espectáculo, nos dormimos rápidamente, victimas de sueño y del cansancio que traíamos acumulado.

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