lunes, 29 de junio de 2009

De Ruta por Escocia (Día 23 de Marzo)

Aterrizamos en el aeropuerto de Prestwick. Y nada más bajarnos del avión fuimos, maleta en mano, directos al mostrador de Alamo que es la compañía que nos alquilaba el coche que habíamos reservado desde España. Encontramos fácilmente el mostrador y explicamos, en nuestro mal inglés, que teníamos una reserva a mi nombre. Cuando la señora que nos atendía nos respondió, automáticamente los 6 integrantes del viaje empezamos a mirarnos con cara extraña los unos a los otros esperando que alguien se hubiese enterado de algo. El acento scottish digamos que es un poquito especial y obviamente allí no hablaba español absolutamente nadie. Cuando por fin nos hacemos entender y comprendemos lo que nos estaba contando la buena señora, me pide mi tarjeta de crédito, que la máquina rechaza sin miramientos. ¡¡Crisis!! ¡¡Crisis!! ¡¡Voy a matar a los del banco, que me han cancelado la tarjeta de crédito sin decirme absolutamente nada!! ¡¡El viaje peligra!! Sin tarjeta de crédito no hay coche y sin coche no se como vamos a hacer la pedazo de ruta que teníamos preparada. Por suerte, Carlos saca su tarjeta de crédito que la máquina acepta, esta vez, sin rechistar.

Después de firmar mil papeles y rechazar una póliza de seguros que nos ofrecían, nos dan las llaves de un Vauxhall Zafira (o sea, un Opel Zafira de toda la vida). Salimos a la calle y cuando lo encontramos, empezamos a trastearlo y nos ponemos a jugar al tetris con el poco hueco que queda libre para las maletas después de haber sacado un asiento auxiliar para que entremos los seis. Una vez que hemos encajado las maletas y a nosotros mismos en el coche, salimos para Glasgow.

En un viaje anterior por Irlanda en el que también alquilamos un coche, aquella vez a Hertz, nos dieron un mapa de carreteras con el que nos apañamos estupendamente. Pero esta vez no nos dieron ni mapas ni nada que se le parezca. Por suerte, unos días antes yo había comprado en España un mapa de carreteras de Escocia, previendo lo que nos acababan de hacer: dejarnos con un coche y sin pajolera idea de cómo se llega a ningún sitio. Así que nos ponemos en ruta, usando el mapa comprado en España, conduciendo por la izquierda y con su volante a la derecha.

Para la hora de comer llegamos a Glasgow. Pasamos cerca del Clyde Auditórium, que nos limitamos a ver desde el coche ya que íbamos bastante justos de tiempo. Aparcamos donde Dios no dio a entender, y nos fuimos directos a buscar un sitio donde comer. Acabamos comiendo en un italiano en el que, después de montar el espectáculo del spanish turist acabamos dejando una propina de 5 céntimos de euro, sólo para ver el careto que se le quedaba al camarero cuando se los encontrase.

Desde allí fuimos andando hasta George Square, donde nos hicimos unas fotillos delante de las City Chambers. Un poco más al este vimos la catedral de St. Mungo y la necrópolis que se alza en una colina a las espaldas de la catedral. Paseamos un poco alrededor de la catedral haciendo fotos a todo y a todos, incluido un homeless que estaba sentado tranquilamente bajo un árbol del cementerio, acompañado sólo por su perro. Después de unas cuantas fotos, volviendo hacia el coche, pasamos por la Galería de Arte Moderno, que sólo vimos por fuera porque debíamos llegar a Edimburgo esa misma tarde, donde teníamos reservado el albergue para esa noche.







Una hora y poco después, ya de noche y en Edimburgo, aparcamos en Charlott Square y con las maletas a la rastra fuimos en busca del albergue que estaba en pleno centro de la ciudad, en Market St. Andamos por Princes St. pasando por delante de tiendas, tiendas y más tiendas. Pasamos también cerca del Scott Monument y una vez en Market St. fuimos incapaces de encontrar el albergue. Yo sabía por Google Street View donde debía estar, pero por más que mirábamos calle arriba y calle abajo, no lo veíamos. Hasta que nos dimos cuenta, o nos lo dijeron, ya no recuerdo, que la entrada al albergue (St Christopher's) era a través de un bar con otro nombre (Belushis Bar). Así que por una parte felices por encontrar el albergue, y por otra avergonzados de haberlo tenido delante de las narices todo el rato y no haberlo visto, dejamos las maletas en nuestra habitación para seis y nos turnamos para darnos una ducha, que falta nos iba haciendo. Eso sí, como no puede ser menos, también nos hicimos unas fotos de gañaneo, como mandan los cánones.



Nos acercamos a la Royal Mile (calle que conecta el Parlamento Escocés con el Castillo de Edimburgo) y empezamos a recorrerla cuando nos encontramos una cabina de teléfonos roja, tipical UK. Los dos integrantes del viaje que no habían estado en Londres se acercaron para hacerse una foto en ella. Y claro, los otros cuatro desenfundamos nuestras cámaras y les dimos una salva de falsazos que más que turistas parecían estrellas de cine. Unos policías que estaban por allí haciendo su ronda se acercaron y amablemente (¡¡Atención!! ¡¡Eufemismo del año!!) nos pidieron que dejásemos de hacer fotos, pero ¡YA! ¡Desde luego... cuanta simpatía derrocha la policía escocesa! Seguimos hacia el oeste, y vimos la catedral de St. Giles, también en plena Royal Mile. Y después de esto, buscamos algún sitio donde cenar, y acabamos en un McDonnalds en Princes St.



Al salir del McDonnalds decidimos que esa noche íbamos a hacer un tour “misterioso” que había en castellano. El tour salía desde la Royal Mile, y recorría media ciudad contándonos mitos y leyendas de Edimburgo. Así que otra vez a desandar el camino.

Cuando llegamos al punto desde donde partía el tour encontramos a la chica que nos haría de guía y una pareja que también quería hacer el tour. Nos ponemos a charlar con ellos, haciendo un poco de tiempo por si llegaba más gente, y descubrimos no sólo que la guía era de Jaén como nosotros... ¡Sino que incluso en Jaén vivía en la misma calle que una de las integrantes del grupo! A veces se sorprende uno de lo pequeño que es el mundo, o de las casualidades de la vida.

Después del inevitable cachondeo made in Jaén, iniciamos el tour las ocho personas más la guía y recorremos de nuevo parte de la Royal Mile mientras nos contaba historias sobre un hombre enterrado bajo los escalones de un edificio gubernamental, y escabrosas historias sobre niños huérfanos utilizados como deshollinadores. Pasamos por North Bridge, lugar, según nos contaban, desde donde más personas se suicidan en Edimburgo. No sólo eso, sino que nos comentaron que si veíamos a alguien intentando suicidarse, que lo ignorásemos. Nada de intentar salvarlo o disuadirlo, porque tenían tendencia a demandarte si lo hacías. No me preguntéis porqué. ¡Están locos estos Escoceses! Poco después entramos (muy de noche, os recuerdo) en Old Carlton Cementery. Sí señor, un antiguo cementerio donde se encuentra enterrado David Hume, entre otros. Este cementerio, nos contaron, está tan masificado que a veces los cadáveres llega a sobresalir de la tierra, literalmente. También nos contaron algunas historias sobre unos señores, cuyo nombre no recuerdo, que se dedicaban a asesinar a gente por un curioso método de asfixia y a vender sus cuerpos a la ciencia. Al salir del cementerio subimos a Carlton Hill, desde donde hay unas vistas excelentes de la ciudad. Cuando bajamos de allí, nos acercamos a una iglesia también en plena Royal Mile, para poco después meternos en un pub en el que nos invitaban a una pinta de cerveza o sidra por haber aguantado la chapa de tanto fantasma, espectro, asesinatos, tumbas y demás.






En el pub conseguimos sentarnos todos en unas mesas a tomarnos nuestras pintas y charlar un rato. Inevitablemente acabamos sacando la baraja de cartas y Huete y yo hicimos unas cuantas rutinas mágicas perdiendo cartas en el mazo para volver a encontrarlas, haciendo transformaciones de unas cartas en otras, haciendo que viajasen cartas desde el mazo a las manos de alguien... en fin, nuestras historias de siempre de cada vez que sacamos una baraja de cartas :-)



Una vez hartos de cerveza y de juegos de magia nos fuimos a acostarnos que ya era bastante tarde y nos quedaba mucho por ver durante al día siguiente, tanto de Edimburgo, que le echaríamos otra mañana, como del resto de Escocia, que tendríamos que hacer por la tarde unos pocos kilómetros al coche.

Lo que me da pena aún hoy es no haberle pedido el teléfono, e-mail, tuenti, facebook.... lo que sea, a la pareja de malagueños que nos acompañó durante el tour y que también se tomó sus pintas en el bar con nosotros y aguantó nuestros jueguecillos de magia. Pero bueno, las cosas salen así a veces.

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