domingo, 5 de septiembre de 2010

Navidad en Francia (Día 3 - Nochevieja en París)

Nada más levantarnos y siguiendo la dinámica que cogimos en Londres el año anterior, salimos del hotel y nada mas empezar a andar encontramos en la esquina de la calle una panadería en la que también servían café. Así que antes de empezar el pateo desayunamos allí haciendo uso del francés for dummies que conocíamos - Café olé, sivuplémmmm ¿Croasán? Mersí! - y tira pa la calle que a mí me da la risa.

La primera parada del día volvería a ser la Torre Eiffel. Cuando la noche anterior estuvimos allí pensamos que no íbamos a subir dos veces en dos días, así que había que elegir entre subir de día o subir de noche. Y decidimos que lo haríamos de día. Así que fuimos directos al metro. Esta vez, en lugar de bajarnos en la parada de Trocadero, como la noche anterior, nos bajamos en otra cerca a los Campos de Marte. Cuando el metro pasó por encima del Sena (algo inesperado para unos madrileños de adopción como Jose y yo) pudimos ver la Torre Eiffel con la cumbre cubierta por nubes. Pues nada, tampoco subimos esa mañana porque nos parecía un poco absurdo subir para no ver nada. Así que se quedó subir como tarea pendiente para la próxima vez que volvamos a París. 


Nos dimos un paseito por los Campos de Marte y de nuevo al metro, donde nos separamos. Edu y yo iríamos a Notre Dame, Jose quería llegar hasta la Biblioteca Nacional, y se reuniría más adelante con nosotros. Edu y yo salimos del metro cerca del Hôtel de Ville y cruzamos el río para llegar a la Isla de la Cité. Visitamos la catedral de Notre Dame pero no llegamos ni a entrar, y es que en un viaje tan corto no hay demasiado tiempo y hay que recortar por donde sea. Al final, dimos una vuelta alrededor de la isla, observando la catedral desde el otro lado del Sena para observar el rosetón de la fachada sur y justo cuando estábamos terminando de darle la vuelta nos mandó un sms Jose: la Biblioteca Nacional estaba cerrada se unía a nosotros allí mismo en vez de más adelante como teníamos planeado.






Ya con Jose hicimos unas cuantas fotos más a Notre Dame y acto seguido continuamos la ruta hacia el Museo del Louvre. La entrada al Louvre también la dejamos para otra visita. No se puede ver París en un día, pero nosotros al menos lo pensábamos intentar. Hicimos unas cuantas fotos al museo y a la famosa pirámide de cristal, con la que, no termino de entender porque, la gente se empeñaba en hacerse una foto subidos a cualquier sitio y jugando con la perspectiva (como la típica foto "sujetando" la Torre de Pisa) simulaban que tenían la mano apollada en el vértice de la pirámide.





Seguimos andando, pasando por debajo del Arco de Napoleón hacia el Jardín de las Tullerías, y antes de llegar a La Plaza de la Concordia estuvimos buscando un sitio decente donde echarnos algo caliente al estómago, pero al ver los precios de todos los locales salíamos espantados. Hasta que entontramos en La Plaza de la Concordia unos puestos donde vendían bocadillos calientes, crêpes y... ¡Glögg! (No confundir con Grog xD) Nos metimos entre pecho y espalda unos bocadillos de salchichas, unos crêpes de postre y un vasito de glögg que nos ayudase combatir contra el frio de un 31 de diciembre en París. El glögg es un vino especiado típico de navidad que se sirve bastante caliente: entre 60-70 grados. Y creedme, desde luego ayuda a entrar en calor. Con el estómago lleno y calentándonos con el glögg cruzamos la Plaza de la Concordia y nos adentramos en los Campos Elíseos que recorrimos hasta llegar al Arco del Triunfo ya anocheciendo.








Desde aquí, decidimos volver al hotel para descansar un poco, cenar y reponer fuerzas para celebrar la nochevieja. Cuando decidimos salir de nuevo a la carga compramos unas botellas de cerveza, una botella de sidra para brindar y alguna cosilla para echarle al estómago e hiciese esponja con tanta bebida. Como teníamos tiempo de sobra decidimos llegar hasta el Arco del Triunfo caminando tranquilamente desde el hotel.

Cuando llegamos allí nos sentamos en un banco con nuestras bolsas con bebida y comida, y en cuestión de segundos apareció un policía vestido de paisano echándonos de allí. Nos acabó diciendo que allí no se podía beber, que nos fuésemos al Parc du Monceau que allí sí se podía beber y habría gente celebrando. Nos indicó como podíamos llegar, levantamos el campamento y pusimos rumbo al parque.

El que conozca París (o tenga un mapa a mano) se dará cuenta, igual que nosotros nos dimos cuenta cuando ya estábamos llegando, que por aquel parque ya habíamos pasado en la ida hacia el Arco del Triunfo. En fin, nos pegamos otra caminata de vuelta en busca del parque, desandando un buen trecho de camino.

Llegamos al parque y la sensación fue de desolación absoluta. Encontramos aquel parque más oscuro que la boca de un lobo y por si aún quedaban dudas, encontramos la verja cerrada a cal y canto. Con cara de tontos por haber hecho el mismo camino dos veces para nada, había que decidir el siguiente destino y llegar antes de que diesen las doce de la noche. Al final acabamos apostando por el clásico binomio Trocadero - Torre Eiffel (la tercera vez que iríamos en dos días). Esta vez buscamos una estación de metro, ya que sabíamos que se mantendrían abiertas durante toda la nochevieja las principales líneas. Pero lo que no supimos hasta que entramos es que además de estar abierto durante toda la noche, era gratuito.

Llegamos a Trocadero y nos buscamos un hueco desde donde hubiese buenas vistas de la Torre Eiffel. Y acabamos acabamos sentados en un bordillo con los pies colgando sobre una caída considerable, lo que hacía imposible que nadie nos quitase la vista. Escondimos un poco de la vista las cervezas y las bolsas, porque vimos varias veces como grupos de policías requisaban y vaciaban las bebidas alcohólicas que le encontraban a la gente que había por allí, y nos quedamos charlando mientras esperábamos al año nuevo. Poco a poco se fue llenando la zona de turistas y lugareños mientras a cada hora en punto, veíamos como la Torre se iluminaba durante 5 minutos con decenas de miles de bombillas que parpadeaban a todo lo largo y ancho de la torre.

Llegó un momento en el que incluso tuvimos un pequeño encontronazo con un grupo de adolescentes, que buscándose un hueco, pasaron por detrás nuestra tirando mi cerveza. Como buenos adolescentes, al mancharse uno de ellos una zapatilla con la cerveza que acababa de caer, se puso gallito y comenzó una pequeña discusión conmigo en la que cada uno hablaba su idioma, pero como ni yo entendía lo que me decía, ni él entendía lo que decía yo, simplemente empecé a ignorarlo hasta que se acabó calmando.

Cuando faltaban unos minutos para las doce empezamos a repartir llamadas perdidas y mensajes a amigos y familiares para felicitarles la entrada de año desde París. Y cuando llegaron las doce de la noche, miramos con espectación a la Torre, y las decenas de miles de bombillas empezaron a parpadear exactamente igual que a cada hora en punto. Nos mirábamos con incredulidad. ¡No pueden ser tan cutres los franceses! Pero lo fueron. Hubo a penas unos cuantos cohetes que lanzaban particulares mientras el resto se felicitaba el año nuevo. Así que nos resignamos, viendo que no había ningún espectáculo especial de pirotecnia, ni música, ni nada. Descorchamos una botella de sidra y nos amorramos a ella celebrando el año nuevo. Y a las 0:04, como habíamos pactado previamente, brindamos al grito de "Four Shots or Nothing!", sabiendo que en España había amigos brindando al mismo grito, al mismo tiempo.

Salimos de allí y caminamos hasta el hotel. Primero junto a una multitud que atascaba (literalmente) la Plaza de Trocadero y poco a poco con cada vez menos gente, pasando de nuevo por el Arco del Triunfo, acabando las cervezas que portábamos, e incluso perdiendo bolsas con comida por el camino, hasta que conseguimos llegar al hotel. En la puerta estuvimos hablando por teléfono con amigos de Jaén, que estaban a punto de salir de fiesta mientras nosotros estábamos a punto de irnos a dormir.

Al día siguiente había que abandonar París, marcando el ecuador del viaje, y empezaríamos la ruta hacia el sur.

1 comentarios:

MaxDD 5 de septiembre de 2010, 19:39  

si es los gabachos son unos sosainas!

la verdad es que es una putada ir a París y no poder subir a la Torre Eiffel o no entrar al Louvre, pero bueno, yo he ido dos veces y todavía me faltan millones de sitios por ver :) es lo bueno de París, que siempre se presta a otra visita :D

qué grande el "Four Shots or Nothing", ese momento no lo olvidaremos en la vida :)

más más quiero más!