viernes, 29 de mayo de 2009

Navidad en Londres (Prólogo)

Este viaje es uno de esos viajes que empiezan a tomar forma una noche en un bar. Hace dos años, sentados en una cervecería, a un grupo de amigos sin plan para nochevieja se nos ocurrió hacer un viaje a una ciudad desconocida y pasar la nochevieja allí en lugar de hacerlo en cualquier garito bebiendo garrafón y bailando música pachanguera.

Salieron muchas ciudades candidatas: Paris, Venecia, Londres, Roma, Ámsterdam… y cuando acabamos las cervezas y nos fuimos a casa y todos nos pusimos a buscar vuelos en todas las compañías aéreas que se nos ocurrían a todos los destinos que se nos ocurrían. Evidentemente los billetes, fuese a la ciudad que fuese, estaban a precios desorbitados así que el viaje, muy a nuestro pesar, quedó en conversación aquel año que acabamos metidos cada uno en un pub distinto haciendo lo mismo de todas las nocheviejas.

Este año volvió a pasar lo mismo, pero con la diferencia de que esta vez, en lugar de planificarlo con una semana de antelación, se planificó con tres meses de margen. Con lo que conseguimos unos vuelos a precio razonable a Londres para pasar el año nuevo. El viaje en principio estaba planificado para cinco personas además de quien quisiese apuntarse, pero al final sólo nos mantuvimos firmes dos de las cinco personas. A pesar de que una de las personas que se quedaban en tierra era uno de los miembros originales de hace dos años que, además de reflotar este año la idea de nuevo, se molestó en buscar los vuelos.

Así que con los billetes de avión para dos personas y los albergues reservados desde Septiembre ya sólo había que esperar pacientemente e ir preparando los detalles del viaje mientras intentábamos que se apuntasen los otros tres integrantes originales que se quedaban en tierra, además de todo amigo que se nos cruzaba durante esos tres meses.

Y después de la larga espera, llegó el 30 de Diciembre, montamos las maletas en el coche por la mañana temprano y salimos rumbo a Madrid. En Madrid nos entretuvimos como pudimos, incluyendo paseo por la ciudad y un improvisada sesión de cartomagia en la sala común del albergue.



En Madrid, dimos una vuelta por la Plaza Mayor, a ver los típicos puestos con adornos navideños y a sufrir las aglomeraciones de esta época del año. Luego hicimos una visita a un par de tiendas en las que estabamos interesados. Y por último, antes de irnos a cenar, nos acercamos al Templo de Debod, que yo ya había visto hace mucho tiempo, pero tenía gana de ver de nuevo.

Luego fuimos al albergue a cenar y en la sala común nos sentamos a charlar con la gente. La sesión de cartomagia empezó porque un italiano con el que estuvimos hablando me vio con una baraja de cartas en las manos y nos contó que le habían regalado un kit de poker. El pobre chaval no sabía jugar al poker, así que en mitad de la conversación me preguntó como se jugaba. Después de mi explicación de cómo jugar al Texas Hold-Em, le advertí que debía tener cuidado con la gente con la que jugase al poker. Para acompañar a mi advertencia le hice unos cuantos juegos de cartas en los que perdía y reencontraba los ases en la baraja, transformaciones, adivinaciones, cartas que viajaban de la baraja a las manos de la gente y todo lo que se me ocurrió sobre la marcha. A mitad del primer juego, cuando alcé la vista encontré que además de tener la mirada atónita del italiano clavada en la baraja, también tenia la de 3 belgas, y una chavala no sé de que país que había dejado de lado el portátil para observar la sesión de magia que no se despegaron del sitio hasta que di por finalizada la sesión.

Poco después nos fuimos a la cama a dormir algo, que nuestro vuelo salía demasiado temprano como para seguir tonteando esa noche. Pero a pesar de que intentamos dormirnos temprano, nuestras compañeras de habitación se empeñaron en que no descansásemos, ya que se tiraron media noche entrando y saliendo de la habitación, abriendo sus taquillas para buscar cualquier cosa y volviendo a entrar y salir sin contemplaciones. Eso sí, una de ellas se ganó el segundo mejor susto del viaje. Cuando por fin decidieron irse a dormir definitivamente cerca de las 3 de la mañana, al pasar entre la cama de mi compañero de viaje y la mía a oscuras e intentando no hacer ningún ruido, a mi compañero no se le ocurrió nada mejor que incorporarse en la cama en plan “niña del exorcista” gritando con voz estridente. Evidentemente, la chica que en ese momento estaba pasando entre las camas se llevó un susto de muerte en el que chocó contra mi cama, mientras gritaba un clásico “What the f***!!” Antes de que consiguiese recomponerse del susto, mi amigo ya estaba de nuevo echado en la cama, como si no hubiese pasado absolutamente nada y siguiese dormido aún. Un segundo después estallamos toda la habitación en risas.

Poco después, por fin se acostaron y conseguimos dormirnos todos aunque para Edu y para mí sonó el despertador sólo dos horas después de habernos dormido. Estábamos cansados, pero teníamos un vuelo a Londres y demasiada ilusión acumulada como para quedarnos acostados ni cinco minutos más.



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